Depresión Post-Parto: Cuando va más allá de la Tristeza
Un día no podía dejar de llorar…
Cuando va más allá de la tristeza…
¿Qué pasa cuándo descubres que es depresión post-parto?
Nació mi segundo hijo, y con el paso de las semanas, no podía dejar de llorar. Nunca pensé que fuera la famosa depresión post-parto pues no dejé de hacer mis cosas, ni me veía tumbada en una cama por horas. Al igual, siempre he sido una persona muy chillona y sensible, por lo que pensé que el problema eran mis irracionales ganas de llorar por todo.
Un día no podía parar de llorar, habían pasado ya varios meses de que nació el bebé y literal, no podía detenerlo. Lloraba por todo, por el sol, por la llegada del repartidor de súper a mi departamento, por como me habló una persona, cuando no podía ir por mi café de Starbucks, por todo. Escuchaba música, y ¿qué creen? Lloraba. Era algo incontrolable y no solo eso, se empezó a volver peligroso pues con el llorar viene la tristeza.
Entre el cansancio del trabajo, los niños, y la casa, me empecé a sentir muy sola y triste además del eterno llanto. Una triste realidad es que ser mamá, puede ser muy solitario. Como no quería hablarlo con nadie pues no quería que pensaran que era una chillona o que no podía hacer lo que millones de mujeres hacen todos los días, desarrollé una ansiedad terrible, la cual se aliviaba si me lastimaba físicamente (rascarme muy fuerte, golpear una pared, entre otras cosas.)
Además del cansancio, se juntan las cosas del pasado… como todo en la vida. Antes de mi segundo hijo, había perdido un bebé y pude quedar embarazada muy rápido gracias a Dios, pero nunca sentí que hubo un proceso de closure por decirlo así. Fue algo muy duro y sentí que ni mi esposo ni yo pudimos tener ese duelo o hablar al respecto. Al igual, se suman situaciones de la vida como un mal empleo, carencias económicas, falta de resultados de otras cosas, etc. etc. Y como dije anteriormente, el sentirte sola.
Con la ansiedad desarrollada, viene el siguiente problema: la depresión. Llegué a un punto donde no quería hacer nada con ganas, y me dolía inclusive más pues veía a mis dos chiquitos que me necesitaban al 100% y sentía la impotencia de no estar ahí completamente. Me sentía igual insuficiente para mi esposo, mi familia, para todo, y es el peor sentimiento porque no te hace sentir valorada ni que merezcas ser querida. Trataba de ser objetiva y ver la realidad, saber que no nos faltaba nada, que teníamos más de lo que mucha gente podría desear, ver a mi familia unida, entre otras cosas… y yo seguía sintiéndome así.
Llegó el día en que decidí que tenía que hablar con alguien al respecto, y obviamente fue mi esposo. Uno pensaría que llegas y hablas de estos temas como un simple como te fue hoy, pero la verdad es que me costó unos 10-15 días decírselo y lo hice a travez de una carta porque no podía ni verlo a los ojos. Así de mal me sentía, ¿qué jodido, no?
Luego fui a ver a mi doctora quien me dijo lo mejor que me podían haber dicho: “Es normal, le pasa a más mujeres de las que nos enteramos, y es obvio pues acabas de tener un bebé y el cansancio es la causa no. 1 de la depresión post-parto.” Aparentemente, no estaba tan loca, sí me estaba pasando algo y nunca hubiera considerado lo grave que es la falta de sueño y descanso, y como a muchísimas mujeres nos afecta y no sabemos porque.
Me dijo que tomara un medicamento , y aquí entre nos, yo quería Prozac porque dicen que se siente delicioso jaja, pero no me mandaron nada controlado. Me comencé a tomar las cosas con más calma e hice algo que no había hecho antes, pedir ayuda para resolver las cosas día con día. Dejé de pensar tanto a futuro y solo preocuparme por el hoy, y también retomé algunas rutinas de ejercicio y me empecé a consentir un poquito más.
Fue una lucha dura, trabajo de la medicina, de mucho rezar (soy una persona que encuentra muchas respuestas en la oración), de hacer mucho ejercicio para liberar ansiedad, de apoyarme en mi esposo y aunque ellos no lo sepan en mis hijos, de trabajo de humildad para pedir ayuda y de mucho proceso mental de sanción.
Después de varias semanas y meditar mucho por lo que estaba pasando, me di cuenta de la importancia que tenía que yo estuviera bien por mí, por mis hijos y por mi familia. También me di cuenta de que si algún día conozco a alguien que esté pasando por lo mismo, no es de broma y sí hay que creerle a las personas cuando te digan que tienen algún tipo de depresión. No hay que decirles que todo pasa y que todo está bien, porque cuando alguien se siente deprimido es lo último que quiere oír.
Hoy en día me siento mucho mejor, estoy más atenta a los ataques de ansiedad y llanto que aún me persiguen y me doy tiempo para mí también. Ahora soy más consciente de esta realidad y de como enfrentarla, y también muy agradecida por haber podido hacer algo a tiempo y antes de que llegara a afectarme más a mi o a mis seres queridos.
¿Ustedes conocen a alguien que haya pasado por una depresión así?
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